Si comenzásemos a estudiar este tema de un modo matemático la suma de factores nos daría siempre un único resultado: Paco de Lucía. Esa es la única respuesta que produce la suma de flamenco, rumba, guitarra, genio e innovación. La música tiene relación con las matemáticas pero sobre todo la música vive de la creación y la inspiración. Esta canción es perfecta de principio a fin y en cada nueva escucha es capaz de regalarnos algo nuevo. Su sencilla apariencia esconde una fuerza arrebatadora capaz de desequilibrar la estabilidad de nuestros oídos.
Paco de Lucía es un genio de nuestro tiempo, uno de esos escasos gigantes en su área que pueblan nuestro planeta. Un innovador y un virtuoso a partes iguales. Gran guitarrista para nosotros, autentica leyenda viva fuera de nuestras fronteras. Así, tristemente, somos.
Los primeros sonidos que escuchamos ya llevan consigo la primera de las innovaciones. Un bajo en un tema flamenco. Sus notas se encargan de tantear el terreno para la llegada del resto de instrumentos. El segundo instrumento en aparecer es la percusión, sus golpeos marcaran el tema por completo. En el segundo 13 surgen las primeras guitarras pero todo cambiará diez segundos después con la llegada de la guitarra principal y verdadera vocalista de esta canción. La melodía comienza a desgranarse poco a poco, con una elegancia pasmosa. La seguridad de las manos que acarician y pellizcan la guitarra logran que el tema nos enganche muy rápidamente. El dibujo que las notas crean sobre el pentagrama posee una belleza única. Las notas suben y bajan por la escala musical apropiándose de todos y cada uno los rincones sonoros más enriquecedores. La música es tan cautivadora que no es necesario entender todas las cotas de calidad que alcanza Paco de Lucía, sus innovaciones, su modo de interpretar o vivir el flamenco. Las melodía nos transporta y logra hacernos cruzar fronteras nunca traspasadas. Cada repetición de las primeros sonidos con los que comenzó el desglose de notas de la guitarra principal hace que buceemos un poco más en una melodía capaz de imantar nuestra atención. En el 2'24'' asistimos a un punto de inflexión que hace que la melodía se acelere y el virtuosismo musical comience a desplegarse sin escatimar esfuerzos. Las seis cuerdas muestran toda su capacidad y el disfrute es máximo. En el 4'15'' disfrutamos de un nuevo punto de inflexión que consigue distraernos de la acción principal para mostrarnos el resto de elementos que pueblan la escena. Nuestra atención se centra, de un modo absorbente, en la guitarra, aunque si escuchamos un poco más allá nos damos cuenta del fenomenal trabajo en la sombra que realiza la percusión. Su maestría está a la altura de cualquier otro elemento de la composición. De nuevo las matemáticas aparecen en escena. Las suma de individualidades logran un todo armonioso, compenetrado y perfecto. Nosotros simplemente nos dejamos llevar por una corriente de notas capaz de inundar toda nuestra fantasía sonora.
A primera vista parece que no es fácil encontrar un Punto de No Retornoque consiga que esta canción se quede con nosotros para siempre. La realidad es bien distinta, el Punto de No Retorno esta vez se encuentra dentro del tema pero depende de nosotros hacerlo visible. En el último medio minuto de canción el autor nos invita a participar en su creación. Tras los requiebros sonoros del 5'20'' la música comienza a diluirse cuando más enganchados estábamos a su melodía, los sonidos se esfuman ante nosotros para que seamos capaces de reaccionar, para que nuestra imaginación aporte las notas que podrían dar continuidad a esta obra maestra. El autor nos hace partícipes de su creación, nos obliga a tararear en nuestro interior, nos exige continuar con la búsqueda de la siguiente nota, del siguiente pellizco a las cuerdas de su guitarra. Ese golpe a nuestros sentidos más creativos construye un Punto de No Retorno único y personal capaz de atraparnos para siempre. La melodía ya está instaurada en nuestra memoria ahora sólo necesitamos reproducirla una y otra vez.
El tema comienza adelantando la suavidad, y sensualidad que inundará toda la canción. Los primeros sonidos que llegan hasta nuestros oídos son capaces, en tan sólo cuatro segundos, de comenzar a mecernos en un pegadizo vaivén. En el cuarto segundo aparece la voz narradora. Es una voz que encaja a la perfección en el ritmo propuesto. Más que cantar la voz de Joao Gilberto se desliza entre las notas de la guitarra, la tranquila cadencia de la batería y los guiños sonoros que regala el piano. Es muy llamativo como Gilberto parece que nos cuenta una historia, nos la explica conversando y no cantando. Parece que sólo habla, parece que está dialogando sin mayor pretensión. Esa es su grandeza, sólo lo parece. La realidad es que casi todos los instrumentos basan su presencia en un mero acompañamiento. Toda la melodía del tema recae completamente en la voz, esa que parece que habla y en realidad nunca ha dejado de cantar, aunque no lo notemos. El piano deja caer unas cuantas notas con más intensidad aquí y allá, pero siempre como pequeñas pinceladas que no pretenden robar protagonismo a la narración principal. Son simples notas de color.
La canción es absolutamente imprescindible por muchas razones y una de ellas, sin lugar a dudas, es la historia que cuenta. Hoy en día Joao Gilberto, Antonio Carlos Jobim o Vinícius de Moraes son a la música brasileña lo que para la música clásica representó la irrupción de Bach, Mozart o Beethoven. Esta percepción la tenemos ahora pero en su momento todos estos cantantes y compositores fueron muy criticados por su forma de entender la música. Los críticos los llamaban desafinados y de ahí el título y el contenido de este tema. La composición es una respuesta a todos aquellos que les reprobaban sin ofrecerles la oportunidad de ser escuchados. Toda su letra merece una lectura pausada.
Una vez escuchada y paladeada la letra, la canción se encuentra casi a mitad de su duración. Nada más terminar la narración vocal, en el 1'55'', nuestros oídos se inundan con un Punto de No Retorno tan arrollador como sedoso y delicado. Ha llegado el momento en el que la voz deja paso al saxofón de Stan Getz. Es la primera vez que surge en todo el tema y tras unos pocos segundos es capaz de hacerse amo y señor de todos los rincones hasta donde nuestros pabellones auditivos abarcan. Su sonido nos guía por caminos asfaltos con cachemira. Autentica seda sonora es la definición más apropiada para intentar convertir en palabras las notas provenientes de ese instrumento musical. La melodía que la voz ha ido dibujando sobre el aire en los minutos previos ha eclosionado en forma de notas hipnóticas. El resto de acompañantes armónicos siguen en un segundo plano como apoyo a tan abrumadora presencia. El piano se anima a ganar algo de presencia pero el peso total recae siempre en el saxo.
Para cerrar el tema las dos principales protagonistas, voz y saxo, se unen a partir de 4'48'' para terminar de degustar juntos los últimos segundos de canción, para seguir desafinando en nuestros oídos. Benditos desafinados.
Una idea. Un anhelo. Un deseo. La persecución de esos conceptos se logra con persverancia, insistencia y reiteración. Todo esto es la base sobre la que se edifica esta canción. Todo esto y una voz prodigiosa capaz de acaparar toda la atención con su mera presencia.
Un piano y unos violines son los encargados de abrir la puerta de este tema. Los primeros segundos se basan en un diálogo entre esos dos instrumentos que recogen toda la atención. Esta conversación se repite hasta que en el segundo 22 el piano realiza una pequeña escala para introducir a la voz que nos narrará su idea, su anhelo, su deseo. Se trata de Aretha Franklin y su potencia hará que cualquier sonido se quede pequeño ante su vigor vocal. Las primeras dos palabras dejan claro cual es la idea de esta canción: el amor. La suma de la voz principal y del coro hace que se diga “I love you” seis veces en menos de diez segundos. No hay duda sobre sus sentimientos. Hasta ese instante la voz y los coros viajan juntos pero sin coincidir en el tiempo. La primera vez que se pronuncia el nombre de la canción (segundo 35), y como para querer reforzar la idea a transmitir, voz y coro lo hacen al unísono.
En la parte instrumental, desde que la voz de Aretha Franklin surgió, únicamente el piano y una discreta batería han permanecido junto a ella. Entorno al segundo 40 comienzan a escucharse las notas de un órgano que otorgará con su sonido una base más acolchada. Diez segundos después la estructura de voces que comenzó el tema se repite. Nada más cruzar la barrera del primer minuto el estribillo vuelve a florecer, pero esta vez los cambios comienzan a notarse. Desde el 1'03'' hasta el 1'11'' la voz protagonista nos regala los primeros zarpazos de su potencia vocal. Tras ese despertar aparecen los violines para amplificar la labor de suavidad que introdujo el órgano medio minuto antes.
Llegamos al 1'15''. Una vez que todos los implicados en esta canción están presentes, es decir, voz, coros y todos los instrumentos, es cuando el tema comienza de verdad. Hasta ahora habíamos asistido a una declaración de amor en toda regla y a un par de estribillos pero aún no conocíamos lo que habitualmente precede al coro en cualquier composición. Es ahora cuando el relato comienza. La narración navega subida en las tranquilas aguas que proporcionan los violines y la voz surca esas aguas con total comodidad. Es el espacio perfecto para apreciar todas sus tonalidades. En el 2'02'' vuelve la declaración que vivimos al inicio nada más comenzar a sonar la voz de Aretha Franklin y su coro. La estructura ya la conocemos pero subidos en el vaivén de los violines la intensidad es superlativa. El estribillo que esperamos después también decide subirse a los violines que nos guían. La escena se repite y se recrea varias veces.
Después de un largo estribillo la canción cambia porque estamos asistiendo a la llegada del Punto de No Retorno. Estamos en el 3'07'' y el ardor sube de nivel para repetir todo lo visto hasta ahora pero sin estar sujetos a una organización predeterminada. Casi más hablando que cantando la voz principal repite las ideas expuestas desde el comienzo y nos regala juegos vocales grandiosos, desbordante energía y una fortaleza incomparable.Ya estamos enganchados, ya se nos ha colado en nuestro cerebro el anhelo buscado desde la apertura del relato. La repetición de la misma idea ha logrado que se quede con nosotros. Llámame cada hora, cada minuto, cada segundo, cada instante que tengas, porque todo el tiempo del mundo siempre será poco junto a ti.