martes, 13 de enero de 2015

Un verdadero paseo espacial


Frank Sinatra - Fly me to the moon


Los primeros segundos los consume en exclusiva la percusión para empezar a marcar el ritmo que más adelante seguiremos. Son sólo seis segundos pero suficientes para identificar esta canción. Circulamos a un ritmo tranquilo pero continuo hasta que en el segundo siete cambiamos nuestro paso del mismo modo que hacía la Pantera Rosa. El toque de batería se altera ligeramente para dar la bienvenida a la primera intervención del instrumento clave de esta composición. Su importancia no radica en ningún aspecto musical, radica en que nuestros oídos buscaran su aparición de ahora en adelante para siempre. El Punto de No Retorno lo provocan las dos tímidas notas que deja caer el piano sobre la composición y la enorme fuerza que desprende la voz de Sinatra una vez que la pulsación de esas dos teclas le invita a desplegar el título del tema. Esta será la única ocasión en la que se pronuncie. No será necesario repetirlo porque ya estamos enganchados. Esas cinco palabras son las primeras en pronunciarse y serán las que retenga nuestra memoria tarareadora. Cinco palabras y cinco notas serán las absolutas protagonistas de la composición. Las palabras ya están en nuestra cabeza y las notas lo estarán desde la segunda escucha. Cada vez que suene esta canción esas cinco notas dejarán su huella en nuestros sentidos.


El piano ha sido el encargado de invitar a la voz, en este caso La Voz, con dos sutiles notas. Desde el momento de su aparición la voz que narra nuestro viaje se encarga de comenzar un diálogo con diferentes instrumentos. Desde el segundo diez hasta el 32 una flauta revolotea a su alrededor como si fuese una mariposa. En el 33 aparece el sonido de los primeros metales. Estos no revolotean sino que poco a poco van ganando protagonismo y desde el segundo 40 promueven su propia melodía con pequeñas llamadas de atención como la agudeza de la trompeta con sordina en el 56. En el 1'09'' los metales toman el control absoluto de la canción explosionando junto con la batería pocos segundos después. La voz desaparece para que todos esos sonidos de viento nos regalen un interludio con un primer instante de tormenta y unos posteriores segundos de elegante y tranquila calma. Nuestro narrador regresa en el 1'46'' tras la estela dejada por los últimos truenos de las trompetas. Si nos fijamos tras su voz los metales se han dividido y parecen seguir dos caminos, uno entrecortado y agudo, y otro continuista con lo escuchado antes del interludio, más sosegado. Al mismo tiempo la voz ha cambiado su modo de entonar. Cada sílaba cantada parece un escalón hacia la luna y Sinatra se encarga de remarcar cada uno de los pasos que damos junto a el. Son pequeños saltos sobre los peldaños que surcan la Vía Láctea. Casi podrían contarse sus pasos sobre las estrellas. Estamos llegando y debemos apreciar cada avance hasta nuestro destino.

A partir del 2'06'' se desata la competencia directa entre la potencia vocal de la voz y las notas que desprenden los metales. La energía aumenta sin control hasta que súbitamente todos los sonidos desaparecen en el 2'23''. Es entonces cuando el instrumento que hizo saltar la chispa para que la canción se encendiese decide regresar para enmarcar con sus notas todo el recorrido.  En el comienzo el piano nos dejó dos notas y ahora nos trae tres más. Las cinco notas enmarcan toda la canción conteniendo entre sus dos apariciones toda la canción. Fuera de su acotación sólo quedan dos cosas, la apertura que nos invitó a entrar en este paseo estelar y la última palabra que pronuncia nuestro protagonista para que no exista ninguna duda: You. Tú eres lo único importante y por eso se suprimen todos los sonidos para no dejar ningún atisbo de duda. Tú. 

Listos para ocupar cuatro sillones de la RAE


Canovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán – Señora Azul

Si a cualquier canción de este Disco redondo le suprimiéramos los acordes, las melodías, los instrumentos, es decir, toda la música, seguiría siendo una obra magistral. Sus virtudes son muchas, muchísimas, pero sin duda su contenido es lo más impactante de todas las maravillas que encierran estos 11 temas.



Es realmente difícil encontrar en el ámbito musical alguien capaz de usar las palabras que usan estos cantantes sin sonar grandilocuentes, falsos o postizos. Su uso del diccionario es magnífico y demuestran que se pueden construir grandes temas sin recurrir a las rimas fáciles, los versos previsibles y los títulos vacíos listos para oídos poco exigentes. No buscan los lugares más recónditos del diccionario de la RAE, simplemente lo utilizan de forma natural. Es ahí, en la naturalidad, donde sus canciones ganan nuestro interés. Términos tan poco habituales en la música como mezquindad, olímpico desdén, mercader, engendró, liturgia, doncella, usura, detentar o cátedra son capaces de exponer toda su sonoridad sin que nuestro oído se altere. El contenido es brillante, pero el continente tampoco se aleja de la excelencia. La música que elaboran para dar a conocer sus versos se encuentra a la misma altura que sus textos. Canciones llenas de pegadizas melodías y que a las primeras escuchas son capaces de quedarse en nuestra memoria. 


El disco se abre con Carrusel un tema que incluye las notas de un sintetizador que nos transporta a la fecha de su composición,  mediados de los años 70. El juego de voces que desarrolla el coro va y viene durante toda la canción y los metales podrían recorrer sin problemas el sendero marcado por una tal Penny Lane


La segunda canción es la capilla Sixtina de este disco. Sólo pienso en ti es un tema perfecto de principio a fin. Todos los instrumentos de cuerda crean un paisaje maravilloso donde el piano es el encargado de enseñarnos la luz del camino sobre el que la voz desarrollará una letra tan sencilla como sincera. Los violines harán el resto para que nunca podamos alejarnos de esta composición precisa, perfecta y exacta. El Río es el intervalo necesario tras una obra maestra para llegar a Don Samuel Jazmín


Este último es un tema curioso en su letra y divertido en sus notas. Se puede decir que es, tanto por su inicio como por su contenido, el Money de Pink Floyd pero a nivel nacional. El disco sigue avanzando y recorremos los parajes delicados con Si pudieras ver, cambiamos el ritmo para decir las cosas claras y a la cara con Nuestro problema, para poco después encontrarnos Buscando una solución. Tres temas con muchos puntos en común pero con una forma de desarrollo completamente distinta. Supremo director rompe con lo anterior y trae algo más de rock para compensar los diferentes ritmos que hemos escuchado en todo el disco. María y Amaranta vuelve a bajar el ritmo para que nos fijemos en su letra y para convertirse en el preludio de los dos últimos temas del album. 


El penúltimo es El vividor y se trata de una canción rápida en su música y vertiginosa en los acontecimientos que narra la letra. Pegadiza desde su primera escucha y con un sonido cercano al country que consigue engatusarnos sin mucho esfuerzo. Los coros, las guitarras y la armónica consiguen enrolarlos en la vida y aventuras del protagonista con una facilidad pasmosa.


El disco se cierra con Señora Azul, un tema con dobles lecturas más que evidentes y donde el juego de coros y cambios de voces consigue elevar todo el disco a cotas muy altas. 

Una obra de arte de principio a fin que merece ser escuchada y admirada. La música, las letras y los juegos vocales del grupo hacen de este disco un verdadero Disco Redondo. Una creación para escuchar con atención en todos sus aspectos.  

La emisora con una sola canción


Pink Floyd - Wish you were here


Encendemos la radio y vamos oyendo lo que emiten diferentes emisoras. La rueda de sintonización sigue girando y escuchamos diálogos, los sonidos armónicos de una orquesta  y finalmente detenemos el dial en la frecuencia que comienza emitir las primeras notas de una guitarra. El audio no es limpio, contiene los trazos sonoros que deja la aguja sobre el vinilo mientras este gira. La melodía desgranada es sencilla y logra que no volvamos a girar el dial en busca de alguna otra emisora. Queremos conocer más esta canción.

Justo antes de cruzar la frontera del primer minuto surge la guitarra que nos mostrará la melodía principal en todo su esplendor. El sonido es mucho más limpio, más directo y fundamentalmente mucho más cercano. El tema ya se ha puesto en marcha. En el 1'30'' la guitarra deja a un lado sus punteos para dejar paso a la voz encargada de la narración. Durante más de treinta segundos voz y guitarra caminan juntos sin la necesidad de más acompañantes. Lo importante es lo narrado y no necesitan adornos o distracciones musicales. En el 2'04'' la percusión hace su aparición y con ella más instrumentos capaces de hacernos valorar la sencillez y proximidad de lo escuchado hasta ahora. Las notas del piano se dejan oír de vez en cuando para aumentar el ámbito sonoro.


En el 2'39'' la guitarra vuelve a desgranar su selección de notas para recordarnos como empezó todo. La melodía es perfecta y logra que nos dejemos llevar por su enriquecedor sonido, pero algo ha cambiado. Las cinco cuerdas cuentan con un inesperado acompañante. La voz principal emprende su propia melodía secundando a la guitarra y tarareando las notas en un tono más agudo. Ese alarde vocal se quedará impregnado en nuestro cerebro y será uno de los principales motivos para volver a escuchar esta canción una y otra vez. Ese alarde, y el Punto de No Retorno que se produce inmediatamente después con la explosión que produce el nombre del tema. Estamos en el 3'16'' y la canción nos explica cual es el motivo principal de esta creación, el mensaje que pretende transmitir no puede ser más sincero y directo: Wish you were here, Ojalá estuvieras aquí. Esa es la idea y ese es el remate idóneo para una estructura y construcción musical tan sencilla como pegadiza.

En el 3'49'' la guitarra apoyada sobre un órgano vuelve a repetirnos una y otra vez las notas que hace algunos minutos encontramos casualmente en un escondido dial de la radio. Esas notas poseen un magnetismo especial y logran hacernos revivir mentalmente lo escuchado previamente sin la necesidad de volver a reproducirlo. Desde el 4'27'' la voz retorna para volver a realizar agudos punteos vocales sobre la melodía establecida. Es una forma perfecta para volver a degustar esas notas tan especiales. Una melodía que podría repetirse una y otra vez sin encontrar nunca su fin. Para evitar interrumpir la melodía a partir del quinto minuto el viento comienza a soplar cada vez más fuerte como queriéndose llevar la señal que llega hasta nuestra radio y de ese modo conseguir dos cosas, primero diluir la canción de los altavoces y segundo activar en nuestro recuerdo el tema. La canción ya está en nuestra memoria y ese sonido de viento evitará un final brusco e innecesario. Las notas ya forman parte de nosotros. 

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