El camino es largo. Esas son las primeras palabras con las que se presenta esta canción y serán las palabras que definan en su momento cumbre todo lo desarrollado en esta composición. Debemos estar preparados puesto que nos han advertido de lo que nos espera pero lo que aún no sabemos, y pronto descubriremos, es que la senda esta pavimentada sobre un lecho de violines que marcaran nuestro trayecto y van a hacer todo lo posible para que la travesía sea lo más placentera posible.
Una nota sostenida sobre una armónica se estira para invitarnos a dar los primeros pasos. Una vez que se ha encargado de abrir la puerta ese instrumento de viento desaparece y gracias a la batería nos ponemos en marcha. De momento nuestro equipaje es escaso, un elegante bajo, un piano casi imperceptible y la batería que marca nuestro caminar. En el segundo 38 nuestros pasos dejan de hacer ruido porque hemos llegado al lugar donde los adoquines comienzan a estar construidos con algodones. Los violines han llegado para convertirse en nuestro acompañante, desde este instante guiarán nuestro caminar descubriéndonos los mejores parajes de la travesía. Sus variaciones bajo la voz protagonista son únicas y sus melodías merecerían ser escuchadas como si de un tema instrumental se tratase. Las notas fluyen y convierten el largo camino en un paseo agradable. Su importancia parece pasar desapercibida porque prácticamente no gozan de ningún momento de protagonismo absoluto pero todo el tema se sostiene sobre las ataduras que crean las cuerdas de los violines.
Poco a poco el sendero deja de tener secretos para nosotros. Nos sentimos cada vez más cómodos e incluso los sonidos son cada vez más amigables con la introducción de alguna segunda voz durante breves instantes en el 1'08''. La confianza hace que aceleremos el paso hasta llegar corriendo hasta el Punto de No Retorno. La canción, fuera de su estribillo, comienza a crecer en el 1'50'' ganando intensidad poco a poco. Se introducen unos fugaces coros en el 2'05'', seguimos ganando velocidad porque todo parece indicar que el Punto de No Retorno será una gran explosión sonora tras la carrera que concluye en el 2'28'' y sin embargo el clímax musical lo produce el contrapunto y la calma de ese inesperado silencio tras este sprint musical. El 2'29'' es absolutamente mágico y los sonidos que generan los violines tras ese instante hacen que todo lo andado haya merecido la pena. La letra nos recuerda la frase con la que empezó todo, es un largo camino, pero en este punto la experiencia adquirida durante el recorrido es insustituible y la travesía se ha convertido en un refugio para nuestros andares.
A partir de este esplendor la canción continúa con paso firme y en el 3'16'' vuelve a aparecer la armónica inicial. Puede parecer que llega para cerrar el círculo que ella misma comenzó puesto que es el único instrumento que se destaca en solitario. En sus dos apariciones la voz enmudece y su protagonismo es máximo. Esta vez su misión es otra, llega cargada con algo más de melodía y portando la luz que alumbrará los pasos de unos coordinados coros. De aquí al final todas esas voces conjuntadas relegarán a un segundo plano el protagonismo imperante de los violines y su fusión con la voz principal creará el escenario perfecto para cerrar nuestra marcha. El trayecto ha concluido y estamos deseando volver a recorrer el camino ahora que sabemos la diferencia entre andarlo y conocerlo.
El primer instrumento en subirse al escenario es un dulce órgano. Esas primeras notas que desgrana este tema son tan suaves como enigmáticas, casi oníricas. Nos han dado la bienvenida pero algo extraño se respira en el ambiente. Las notas se repiten una y otra vez y su velocidad es constante. En el segundo 14 aparece un nuevo instrumento, se trata de un piano y sus teclas son tocadas sin descanso. El golpeteo de notas se agudiza, el piano ha pasado a primer plano mientras que el órgano se ha quedado como mero acompañante. En el segundo 27 surge la voz principal de la canción. Entra cogiendo aire y comienza su relato. 13 segundos después asoman los primeros sonidos de la percusión. Son unos platillos que nos sirven para marcar el ritmo y dejar algún que otro golpe a modo de calentamiento. Con estos tres instrumentos y la voz del cantante llegamos hasta el 1'19'' donde todo lo construido hasta ese punto se detiene. La solitaria voz de Matthew Bellamy se queda suspendida en el aire durante cinco segundos y es entonces cuando entra en escena una guitarra poderosa, distorsionada y sumamente enérgica. Esa guitarra marca el lugar de inicio para una nueva canción. Todo lo anterior ha quedado olvidado.
La guitarra y la batería compiten durante cerca de cuarenta segundos para acabar remando en la misma dirección. Hemos llegado al 2'04'' y parece que las aguas vuelven a su cauce, éste va a continuar agitado pero la canción ha encontrado su razón de ser. El rock domina la escena y como dice el título de la canción asistimos a un nuevo nacimiento, un renacimiento con un órgano pasado de vueltas que intenta volver a la escena durante cinco segundos. En el 2'09'' queda desterrado por una voz mucho más decidida y sobretodo por el dueto que protagonizan unas guitarras desatadas y el martilleo de una batería insistente y machacona que hace que todo el tema fluya a toda velocidad. Las notas se disparan y embarcados en ese frenesí la canción desemboca en un Punto de No Retorno explosivo con la llegada de un estribillo atronador. Todo esto ocurre a partir del 2'57'', la batería parece disparar proyectiles para dar paso a una voz mucho más contundente y ensordecedora. El estribillo logra el climax de la canción. Todos los instrumentos suenan a su máxima potencia y el cantante debe subsistir sobre ellos para poder llegar hasta nosotros. En el 3'24'' la batería vuelve a descargar sobre nuestros oídos una ráfaga de tambores. Su propósito es llamar nuestra alterada atención para dar paso en el 3'30'' a unas guitarras extremadamente agudas y vertiginosas que, por si aún quedaba alguien sin convencer, terminan por hacernos caer rendidos ante tanta virtuosidad sonora. La batería nos sigue atronando y la melodía ya esta instalada en nuestro cerebro. En el 3'55'' vuelve la voz del cantante pero ya nadie es capaz de aminorar la marcha. Nadie quiere que esto pare. Que el mundo siga girando a esta velocidad. Antes de que se cumpla un minuto desde su regreso un nuevo estribillo volverá a detonar sobre nuestros pabellones auditivos. Será la última vez que todos los instrumentos explosionen sus notas. Por eso la voz repite el estribillo y tras él deja el camino libre para que la orgía desbocada de guitarras y percusión se expandan a su antojo. En el 5'48'' se produce el último guitarrazo que se llevará consigo a la batería y limpiará la estancia de todos los instrumentos que participaron en la canción. Y del mismo modo que las hojas secas de los árboles vuelan solitarias movidas por los últimos ramalazos de viento tras una fuerte tormenta, aparecerán unas notas suspendidas en el aire, con forma de voces electrónicas, para dar por cerrada esta exhibición musical.