The
Who - Baba O’Riley
La
computadora más popular que existía a comienzos de los años 70 hablaba como un
ser humano y su nombre lo formaban tres siglas y cuatro números: HAL 9000. Esa
representación informática desarrollada para “2001 Una Odisea del espacio” de
Stanley Kubrick era lo más parecido a cualquier ordenador personal de hoy día.
Explico todo esto porque la canción de hoy fue creada tan solo tres años
después de que HAL 9000 se convirtiese en un icono mundial y porque creo que su
comienzo musical puede asociarse fácilmente con los sonidos que los primeros
ordenadores realizaban en sus, en aquella época, vertiginosos cálculos.
Un sintetizador
escupiendo sonidos a toda velocidad es el primer actor que encontramos en esta
creación. Las notas se suceden a toda velocidad casi sin poder seguirlas, como
si trataran de escapar de nuestros oídos. Surgen por todos los rincones de
nuestros altavoces, repitiéndose sin parar. Estamos asistiendo a una traducción
musical basada en cálculos informáticos, una computación sonora ingobernable.
Ocupan todo el espacio acústico y consiguen hipnotizar con su vertiginoso
movimiento. Tanto conquistan nuestra atención que hasta el segundo 41
únicamente los sintetizadores son protagonistas en solitario. El segundo
instrumento en aparecer será un piano y con su llegada la armonía musical
comienza a evolucionar. Poco después surgirá la batería y en el 1'12'' bajo y
voz se unen para comenzar a desarrollar el relato. En el 1'48'' irrumpe la
poderosa guitarra del creador del tema. Pete Townshend es el ejecutor de las
notas que se quedarán en nuestra memoria. La fuerza de su guitarra construye un
Punto de No Retorno recio en el que casi podemos visualizarle dibujando sus
famosas circunferencias en el aire para extraer de sus seis cuerdas los sonidos
más poderosos. La guitarra logra que el tema explote.
En
el 2'15'' el entramado musical hace un receso y observamos, de un modo más
patente, como el sonido de los sintetizadores nunca se desvaneció. La voz se
destaca unos segundos hasta que de nuevo Townshend, en el 2'33'', desata todas
sus notas para volver a coger las riendas musicales. La canción nos tiene
atrapados por completo y su fuerza es innegable. Sintetizadores, batería, piano
e incluso voz viven subyugados bajo la potencia de una sola guitarra. Durante
muchos segundos su presencia es impresionante. Sus cuerdas dominan la escena
hasta que nada más cruzar el umbral del cuarto minuto de canción su sonido es
reemplazado por unas cuerdas diferentes. Las notas de un violín acuden para
desbancar la dictadura guitarrera. Unos nuevos aires con aroma indio se han
introducido en el tema para recorrer su último minuto. Estas notas bailaran en
el aire mientras los sonidos repetitivos que arrancaron la canción permanecen
inalterables a estos cambios finales. La composición camina hacia su desenlace
y en lugar de decaer la música realiza un trepidante acelerón de sonidos. El
violín apresura su melodía empujado por una percusión cada vez más veloz y que
obliga a todo el tema a concluir a la velocidad que ella dicta. El tema parece
a punto de estallar cuando la última nota es lanzada al aire. Tal es la fuerza
y velocidad final que el primer instante de silencio tras zanjar todos los
sonidos parece desértico. El vacío absoluto.
El inicio de la canción es algo estresante, aunque después cuando se van incorporando el piano,batería,guitarra,bajo etc es más pegadiza. La armónica le da un toque distinto a la canción que hace que te guste más aún. Y sobretodo recordar viejos tiempo.
ResponderEliminarA mi el inicio de la canción me resulta tranquilizante, relajada...y cuando se incorpora lo demás es pegadiza y muy rítmica. Creo que es una canción perfecta para olvidarse de los problemas.
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