martes, 20 de septiembre de 2011

La fuerza de la ausencia


Radiohead - Creep

 

Este tema parece comenzar en el instante exacto en el que alguien pisa un charco y el sonido del agua al ser golpeada empapa nuestros oídos. Ese sonido de los platillos de la batería apenas dura un breve momento al comienzo de la canción, pero ese arranque, ese escaso par de segundos, se extiende durante toda la composición en forma de precipitación sonora. Las salpicaduras que provocan los platillos mojan todas las notas del resto de instrumentos y de la voz principal que llegará algo más tarde.

Tras el chapoteo inicial la guitarra se convierte en la principal protagonista para comenzar a desarrollar una sencilla melodía. No son demasiadas notas ni tampoco se hacen demasiados alardes en su presentación. Es una melodía humilde que se cuela en nuestra cabeza entre los huecos que deja el constante martilleo de la percusión. Los golpes de batería son persistentes y marcan el ritmo de manera precisa. Mientras tanto los platillos siguen una y otra vez salpicando son su agudo sonido llenando la estancia de notas, y gotas. Sigue lloviendo.

Tras 20 segundos de melodía surge la voz de Thom Yorke. Su forma de cantar es casi su forma de hablar, o viceversa. Se trata de una expresión vocal de perfil bajo en la que lo importante es el contenido de la letra y, de momento, no la forma en la que ésta se transmite. La melodía de la guitarra y el repiqueteo de la batería permanece inalterable. El tema continúa con su apacible desarrollo hasta que un segundo antes de cumplir el primer minuto escuchamos un breve pero estruendoso golpe de guitarra. No vimos aparecer el rayo pero si que escuchamos de repente el sonido de un trueno. A continuación un segundo trueno y con el tercero se desata toda una tormenta eléctrica protagonizada por las guitarras. Ha llegado el estribillo y su fuerza arrasa con todo.



En el 1'25'' se retoma la melodía y el ritmo previo al estribillo. El camino continúa y todo vuelve al punto de partida. Guitarra, percusión y voz siguen avanzando juntos sin desarrollar ningún cambio en los sonidos que ya conocíamos. Los segundos pasan y de nuevo un trueno guitarrero rompe la rutina sonora para repetir la estructura que albergó el comienzo del primer minuto de canción. Estamos en el 2’02”, la fuerza de las guitarras es más duradera y la voz se anima a realizar más variaciones, a gritar, a expresarse de un modo diferente, en definitiva, a cantar más. Este potente estribillo se alarga hasta el 3'08''.

Tras todo este exultante desarrollo sonoro la tormenta se esfuma para dejar paso a la calma. Ya conocemos el camino, conocemos sus secretos y por eso el último estribillo logrará un clímax musical diferente a todo lo desarrollado anteriormente en el tema. La batería casi desaparece, la melodía sobrevive entre tinieblas, y en medio de esa calma, en el 3'28'', se produce un tranquilo Punto de No Retorno. Nuestros oídos están en alerta, en cualquier momento puede llegar un poderoso guitarrazo pero este no llega y es esa ausencia la que engrandece este momento. El Punto de No Retorno podría haber sido cualquiera de los truenos que hemos escuchado durante la canción pero será la ausencia de los mismos lo que marcará la pauta para quedarnos enganchados a esta composición para siempre. Con cada nuevo acercamiento a esta canción veremos como ese momento posee una gran intensidad implícita sin la necesidad de ser explícitamente sonoro en absoluto. La calma puede llegar a ser más atronadora que la tormenta.  

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