Radiohead - Creep
Este tema parece
comenzar en el instante exacto en el que alguien pisa un charco y el sonido del
agua al ser golpeada empapa nuestros oídos. Ese sonido de los platillos de la
batería apenas dura un breve momento al comienzo de la canción, pero ese
arranque, ese escaso par de segundos, se extiende durante toda la composición en
forma de precipitación sonora. Las salpicaduras que provocan los platillos
mojan todas las notas del resto de instrumentos y de la voz principal que
llegará algo más tarde.
Tras el chapoteo
inicial la guitarra se convierte en la principal protagonista para comenzar a
desarrollar una sencilla melodía. No son demasiadas notas ni tampoco se hacen
demasiados alardes en su presentación. Es una melodía humilde que se cuela en nuestra
cabeza entre los huecos que deja el constante martilleo de la percusión. Los
golpes de batería son persistentes y marcan el ritmo de manera precisa.
Mientras tanto los platillos siguen una y otra vez salpicando son su agudo sonido
llenando la estancia de notas, y gotas. Sigue lloviendo.
Tras 20 segundos de
melodía surge la voz de Thom Yorke. Su forma de cantar es casi su forma de
hablar, o viceversa. Se trata de una expresión vocal de perfil bajo en la que
lo importante es el contenido de la letra y, de momento, no la forma en la que
ésta se transmite. La melodía de la guitarra y el repiqueteo de la batería
permanece inalterable. El tema continúa con su apacible desarrollo hasta que un
segundo antes de cumplir el primer minuto escuchamos un breve pero estruendoso
golpe de guitarra. No vimos aparecer el rayo pero si que escuchamos de repente el
sonido de un trueno. A continuación un segundo trueno y con el tercero se
desata toda una tormenta eléctrica protagonizada por las guitarras. Ha llegado
el estribillo y su fuerza arrasa con todo.
En el 1'25'' se
retoma la melodía y el ritmo previo al estribillo. El camino continúa y todo
vuelve al punto de partida. Guitarra, percusión y voz siguen avanzando juntos
sin desarrollar ningún cambio en los sonidos que ya conocíamos. Los segundos
pasan y de nuevo un trueno guitarrero rompe la rutina sonora para repetir la
estructura que albergó el comienzo del primer minuto de canción. Estamos en el
2’02”, la fuerza de las guitarras es más duradera y la voz se anima a realizar
más variaciones, a gritar, a expresarse de un modo diferente, en definitiva, a
cantar más. Este potente estribillo se alarga hasta el 3'08''.
Tras todo este
exultante desarrollo sonoro la tormenta se esfuma para dejar paso a la calma. Ya conocemos el camino, conocemos sus secretos y por eso el último estribillo
logrará un clímax musical diferente a todo lo desarrollado anteriormente en el
tema. La batería casi desaparece, la melodía sobrevive entre tinieblas, y en
medio de esa calma, en el 3'28'', se produce un tranquilo Punto de No Retorno. Nuestros
oídos están en alerta, en cualquier momento puede llegar un poderoso guitarrazo
pero este no llega y es esa ausencia la que engrandece este momento. El Punto
de No Retorno podría haber sido cualquiera de los truenos que hemos escuchado
durante la canción pero será la ausencia de los mismos lo que marcará la pauta
para quedarnos enganchados a esta composición para siempre. Con cada nuevo
acercamiento a esta canción veremos como ese momento posee una gran intensidad
implícita sin la necesidad de ser explícitamente sonoro en absoluto. La calma
puede llegar a ser más atronadora que la tormenta.
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