martes, 12 de junio de 2012

Una detonación controlada

Phil Collins - In the air tonight 

El Punto de No Retorno de una canción es el elemento fundamental que consigue anclarnos a un tema. Pero este instante puede lograr más cosas, puede lograr que toda una canción gire a su alrededor y sin su presencia difícilmente la creación hubiese llegado a ver la luz. Hay canciones con un toque magistral, un matiz único e imprescindible, y hay canciones que nacen para poblar con sus hojas el tronco que supone su Punto de No Retorno. Esta composición de Phil Collins, a simple vista, no posee nada realmente magistral, pero su clímax es tan brillante que por si solo es capaz de engancharnos a toda la canción. 


Lo primero que hacen nuestros altavoces es vibrar de un modo muy tenue con una percusión prefabricada. Es un sonido repetitivo, automático, sin alma. La primera guitarra aparece en el quinto segundo. Todo lo que escuchamos suena metálico, pesado. No hay ninguna melodía, ni nada que se le parezca. A partir del segundo 20 los sonidos se dulcifican un poco con la llegada de algún órgano. Esas notas mantenidas en el aire aligeran la composición y desentrañan un pequeño atisbo de melodía. Muy escasa, pero por fin se desvela algo. En el segundo 51 surge la voz encargada del relato y lo primero que pronuncia es el título de la canción. lge la voz encargada del relato y nece inalterable con los elementos que se han presentado hasta el momento. Las guitarras realiEn su narración se esconde la verdadera música del tema. Estrofa tras estrofa el tema permanece inalterable con los elementos que se han presentado hasta el momento. Lo que cuenta es importante pero el escenario parece poco iluminado. Las guitarras realizan algún que otro guiño, las teclas del órgano desprenden alguna nota más y la narración sigue hacia adelante pero la esencia continúa casi estática. Los segundos siguen pasando. La segunda vez que escuchamos el título del tema, en el 2'13'' la voz ha ganado un marcado eco, una especie de segunda voz que refuerza su presencia. Su importancia va en aumento, la intensidad de la canción también. Nada más atravesar la frontera del tercer minuto escuchamos un efecto distorsionador sobre la voz principal. Apenas se aprecia pero la música nos va rodeando cada vez más. Parece que en breve algo va a suceder. Las notas de los sintetizadores generan cada vez más energía. Prepárate. 



Sube el sonido de tus altavoces, el Punto de No Retorno ha llegado. La batería destroza en el 3'40'' la paz reinante con un potente martilleo acústico que hace explotar el tema definitivamente. Es una batería accionada por brazos humanos. No hay ninguna máquina encargada de su sonido. No se trata de el sonido prefabricado que escuchamos al principio. La percusión, que suele ocupar un lugar secundario en cualquier canción, ha llegado para hacerse notar y detonar cualquier creencia preestablecida sobre ella. La canción muta por completo. En este instante nos damos cuenta de que apenas había sucedido nada en todo el tiempo transcurrido. Es un tema nuevo y desde ahora hasta el final la batería marcará la melodía a seguir. El relato continúa, debe continuar, pero ya nada será igual. Los tambores se han adueñado de toda la estancia y estamos imbuidos por su presencia. 

La próxima vez que escuchemos este tema notaremos con mucho más detenimiento que el camino sobre el que nos desplazamos sólo puede entenderse con ese Punto de No Retorno tan soberbio. Todo lo demás es importantísimo pero el momento cumbre de la percusión será lo que se quede en nuestro cerebro. Nuestras manos esperarán agazapadas hasta que llegue el momento de dibujar sobre el aire los golpes que la batería expulsa a través de nuestros altavoces. Te reto a permanecer inmóvil mientras el estruendo se apodera de tu oídos. Inténtalo. Sólo podrás intentarlo.

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