martes, 27 de septiembre de 2011

Palabras melosas 27. Andrés Calamaro

"Hace falta que te diga 
que me muero por tener algo contigo.
Es que no te has dado cuenta 
de lo mucho que me cuesta ser tu amigo"


Algo contigo, de Chico Novarro
Versión de Andrés Calamaro

martes, 20 de septiembre de 2011

La fuerza de la ausencia


Radiohead - Creep

 

Este tema parece comenzar en el instante exacto en el que alguien pisa un charco y el sonido del agua al ser golpeada empapa nuestros oídos. Ese sonido de los platillos de la batería apenas dura un breve momento al comienzo de la canción, pero ese arranque, ese escaso par de segundos, se extiende durante toda la composición en forma de precipitación sonora. Las salpicaduras que provocan los platillos mojan todas las notas del resto de instrumentos y de la voz principal que llegará algo más tarde.

Tras el chapoteo inicial la guitarra se convierte en la principal protagonista para comenzar a desarrollar una sencilla melodía. No son demasiadas notas ni tampoco se hacen demasiados alardes en su presentación. Es una melodía humilde que se cuela en nuestra cabeza entre los huecos que deja el constante martilleo de la percusión. Los golpes de batería son persistentes y marcan el ritmo de manera precisa. Mientras tanto los platillos siguen una y otra vez salpicando son su agudo sonido llenando la estancia de notas, y gotas. Sigue lloviendo.

Tras 20 segundos de melodía surge la voz de Thom Yorke. Su forma de cantar es casi su forma de hablar, o viceversa. Se trata de una expresión vocal de perfil bajo en la que lo importante es el contenido de la letra y, de momento, no la forma en la que ésta se transmite. La melodía de la guitarra y el repiqueteo de la batería permanece inalterable. El tema continúa con su apacible desarrollo hasta que un segundo antes de cumplir el primer minuto escuchamos un breve pero estruendoso golpe de guitarra. No vimos aparecer el rayo pero si que escuchamos de repente el sonido de un trueno. A continuación un segundo trueno y con el tercero se desata toda una tormenta eléctrica protagonizada por las guitarras. Ha llegado el estribillo y su fuerza arrasa con todo.



En el 1'25'' se retoma la melodía y el ritmo previo al estribillo. El camino continúa y todo vuelve al punto de partida. Guitarra, percusión y voz siguen avanzando juntos sin desarrollar ningún cambio en los sonidos que ya conocíamos. Los segundos pasan y de nuevo un trueno guitarrero rompe la rutina sonora para repetir la estructura que albergó el comienzo del primer minuto de canción. Estamos en el 2’02”, la fuerza de las guitarras es más duradera y la voz se anima a realizar más variaciones, a gritar, a expresarse de un modo diferente, en definitiva, a cantar más. Este potente estribillo se alarga hasta el 3'08''.

Tras todo este exultante desarrollo sonoro la tormenta se esfuma para dejar paso a la calma. Ya conocemos el camino, conocemos sus secretos y por eso el último estribillo logrará un clímax musical diferente a todo lo desarrollado anteriormente en el tema. La batería casi desaparece, la melodía sobrevive entre tinieblas, y en medio de esa calma, en el 3'28'', se produce un tranquilo Punto de No Retorno. Nuestros oídos están en alerta, en cualquier momento puede llegar un poderoso guitarrazo pero este no llega y es esa ausencia la que engrandece este momento. El Punto de No Retorno podría haber sido cualquiera de los truenos que hemos escuchado durante la canción pero será la ausencia de los mismos lo que marcará la pauta para quedarnos enganchados a esta composición para siempre. Con cada nuevo acercamiento a esta canción veremos como ese momento posee una gran intensidad implícita sin la necesidad de ser explícitamente sonoro en absoluto. La calma puede llegar a ser más atronadora que la tormenta.  

martes, 13 de septiembre de 2011

Palabras melosas 26. Loquillo y Los Trogloditas

"Has tenido suerte de llegarme a conocer
creo que a nadie le gusta el nacer para perder
abrirás una revista y me encontrarás a mí
debo ser algo payaso pero eso me hace feliz"

Rock & Roll Star
Loquillo y Los Trogloditas

martes, 6 de septiembre de 2011

Computación sonora


The Who - Baba O’Riley

La computadora más popular que existía a comienzos de los años 70 hablaba como un ser humano y su nombre lo formaban tres siglas y cuatro números: HAL 9000. Esa representación informática desarrollada para “2001 Una Odisea del espacio” de Stanley Kubrick era lo más parecido a cualquier ordenador personal de hoy día. Explico todo esto porque la canción de hoy fue creada tan solo tres años después de que HAL 9000 se convirtiese en un icono mundial y porque creo que su comienzo musical puede asociarse fácilmente con los sonidos que los primeros ordenadores realizaban en sus, en aquella época, vertiginosos cálculos.

 

Un sintetizador escupiendo sonidos a toda velocidad es el primer actor que encontramos en esta creación. Las notas se suceden a toda velocidad casi sin poder seguirlas, como si trataran de escapar de nuestros oídos. Surgen por todos los rincones de nuestros altavoces, repitiéndose sin parar. Estamos asistiendo a una traducción musical basada en cálculos informáticos, una computación sonora ingobernable. Ocupan todo el espacio acústico y consiguen hipnotizar con su vertiginoso movimiento. Tanto conquistan nuestra atención que hasta el segundo 41 únicamente los sintetizadores son protagonistas en solitario. El segundo instrumento en aparecer será un piano y con su llegada la armonía musical comienza a evolucionar. Poco después surgirá la batería y en el 1'12'' bajo y voz se unen para comenzar a desarrollar el relato. En el 1'48'' irrumpe la poderosa guitarra del creador del tema. Pete Townshend es el ejecutor de las notas que se quedarán en nuestra memoria. La fuerza de su guitarra construye un Punto de No Retorno recio en el que casi podemos visualizarle dibujando sus famosas circunferencias en el aire para extraer de sus seis cuerdas los sonidos más poderosos. La guitarra logra que el tema explote.



En el 2'15'' el entramado musical hace un receso y observamos, de un modo más patente, como el sonido de los sintetizadores nunca se desvaneció. La voz se destaca unos segundos hasta que de nuevo Townshend, en el 2'33'', desata todas sus notas para volver a coger las riendas musicales. La canción nos tiene atrapados por completo y su fuerza es innegable. Sintetizadores, batería, piano e incluso voz viven subyugados bajo la potencia de una sola guitarra. Durante muchos segundos su presencia es impresionante. Sus cuerdas dominan la escena hasta que nada más cruzar el umbral del cuarto minuto de canción su sonido es reemplazado por unas cuerdas diferentes. Las notas de un violín acuden para desbancar la dictadura guitarrera. Unos nuevos aires con aroma indio se han introducido en el tema para recorrer su último minuto. Estas notas bailaran en el aire mientras los sonidos repetitivos que arrancaron la canción permanecen inalterables a estos cambios finales. La composición camina hacia su desenlace y en lugar de decaer la música realiza un trepidante acelerón de sonidos. El violín apresura su melodía empujado por una percusión cada vez más veloz y que obliga a todo el tema a concluir a la velocidad que ella dicta. El tema parece a punto de estallar cuando la última nota es lanzada al aire. Tal es la fuerza y velocidad final que el primer instante de silencio tras zanjar todos los sonidos parece desértico. El vacío absoluto.

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