martes, 4 de octubre de 2011

Cambiar para mejorar


John Lee Hooker y Carlos Santana - Chill Out (Things gonna change)


Para cantar bien es necesario tener un tono vocal dinámico. Un tono capaz de moverse entre varios registros para que tu música sea capaz de adaptarse a diferentes temas de un modo distinto. Todo esto es necesario únicamente si no te apellidas Lee Hooker y te llamas John. Si es así todas esas cosas del tono, los matices sonoros y demás patrañas se las puedes contar a otro porque la voz de John Lee Hooker es inconfundible, y no precisamente por sus dotes vocales. Cuando su voz aparece en una canción el tema llega a la madurez sólo con intuir su presencia.

 

La canción comienza con el solitario sonido de un órgano. Sus notas son las teloneras perfectas para dar la bienvenida a la verdadera protagonista de la jornada: la guitarra. Ésta llega en el segundo 10, al mismo tiempo que la percusión comienza a marcar el ritmo de nuestro caminar. Durante 35 segundos las cuerdas de la guitarra comienzan a verter sobre nuestros oídos un pequeño anticipo de lo que más adelante inundará todo. Por ahora sólo está cogiendo la temperatura idónea. La batería no se complica demasiado la vida y se limita a ofrecer una base sobre la que puedan dialogar los instrumentos. Es un sonido repetitivo que no pretende llamar la atención. Un cha cha cha casi salsero. En el segundo 45 se produce un silencio que llega hasta los tres segundos y consigue hacernos dudar sobre si la canción ha dejado de reproducirse. Todo lo contrario, tras esa pausa llega el momento en el que la voz encargada de relatarnos el tema hace su aparición.

John Lee Hooker aparece en escena para llenar el vacío dejado por la guitarra principal. Las notas que brotaban de sus cuerdas se han evaporado y sólo la voz puede hacerse cargo de la melodía. La voz principal se ve arropada por la percusión y el órgano que ya conocíamos. Su papel es secundario y dejan todo el peso sobre la narración. Durante más de un minuto y veinte segundos disfrutamos con la peculiar forma de cantar de este grande de la música. Su forma de moverse por los versos es tan inconfundible como su voz. Hace lo que quiere y cuando quiere. Tanto es así que se permite abandonar por unos instantes el corsé de la narración para hablar en vez de cantar en el 1'37''. En el 1'48'' llega el estribillo, el título del tema, y nada parece alterarse. El tema continúa como si nada. La voz principal apenas le da importancia.



En el 2'09'' vuelve la guitarra. Su protagonismo se extendió durante unos segundos al comienzo de la canción pero desde entonces no se había asomado a la parte frontal del escenario. Ahora vuelve con ganas de hacerse notar. Sus cuerdas nos traen una nueva melodía. Una melodía con una cadencia exacta, repetitiva. Las mismas notas una y otra vez hasta que ya no pueden salir de nuestra cabeza. El tema comienza a hacerse inolvidable.

Desde el regreso de las seis cuerdas la voz principal navega entre sus notas para hacernos llegar el estribillo cuando y como quiere. Circulan por caminos paralelos. En el 2'48'' llega el Punto de No Retorno con la explosión y reivindicación absoluta de la guitarra principal. Ha llegado su momento. Carlos Santana toma los mandos armado únicamente con su instrumento. La percusión decide cambiar su ritmo y aportar algo más que una base rítmica. Las cuerdas vibran a una velocidad de vértigo y hasta la voz de Hooker permanece en silencio para que disfrutemos del poderío atronador que fluye por el mástil de la guitarra.

El solo concluye en el 3'42'' con otro pequeño, pero eterno, silencio. Esta vez la voz principal ya sabe que el tema no ha concluido y con una sonora carcajada abre la veda para que todos los protagonistas del tema desarrollen del modo que estimen oportuno sus sonidos. De este modo el órgano se anima a aportar algo más que unas pocas notas, la voz continúa con su viaje de ida y vuelta hacia el estribillo y la guitarra mucho más calmada desgrana sobre el aire sus últimas notas mientras el tema se va apagando. El tema se apaga pero ya ha logrado su cometido: encender la llama en nuestro interior. El título del tema se ha hecho realidad. Las cosas han cambiado. 

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