John Lee Hooker y Carlos Santana - Chill Out (Things gonna change)
Para cantar
bien es necesario tener un tono vocal dinámico. Un tono capaz de moverse entre
varios registros para que tu música sea capaz de adaptarse a diferentes temas
de un modo distinto. Todo esto es necesario únicamente si no te apellidas Lee
Hooker y te llamas John. Si es así todas esas cosas del tono, los matices sonoros
y demás patrañas se las puedes contar a otro porque la voz de John Lee Hooker
es inconfundible, y no precisamente por sus dotes vocales. Cuando su voz
aparece en una canción el tema llega a la madurez sólo con intuir su presencia.
La canción
comienza con el solitario sonido de un órgano. Sus notas son las teloneras
perfectas para dar la bienvenida a la verdadera protagonista de la jornada: la
guitarra. Ésta llega en el segundo 10, al mismo tiempo que la percusión
comienza a marcar el ritmo de nuestro caminar. Durante 35 segundos las cuerdas
de la guitarra comienzan a verter sobre nuestros oídos un pequeño anticipo de
lo que más adelante inundará todo. Por ahora sólo está cogiendo la temperatura
idónea. La batería no se complica demasiado la vida y se limita a ofrecer una
base sobre la que puedan dialogar los instrumentos. Es un sonido repetitivo que
no pretende llamar la atención. Un cha cha cha casi salsero. En el segundo 45
se produce un silencio que llega hasta los tres segundos y consigue hacernos
dudar sobre si la canción ha dejado de reproducirse. Todo lo contrario, tras
esa pausa llega el momento en el que la voz encargada de relatarnos el tema
hace su aparición.
John Lee
Hooker aparece en escena para llenar el vacío dejado por la guitarra principal.
Las notas que brotaban de sus cuerdas se han evaporado y sólo la voz puede hacerse cargo de la
melodía. La voz principal se ve arropada por la percusión y el órgano que ya
conocíamos. Su papel es secundario y dejan todo el peso sobre la narración. Durante
más de un minuto y veinte segundos disfrutamos con la peculiar forma de cantar
de este grande de la música. Su forma de moverse por los versos es tan
inconfundible como su voz. Hace lo que quiere y cuando quiere. Tanto es así que
se permite abandonar por unos instantes el corsé de la narración para hablar en
vez de cantar en el 1'37''. En el 1'48'' llega el estribillo, el título del tema, y nada parece alterarse. El tema
continúa como si nada. La voz principal apenas le da importancia.
En el 2'09'' vuelve la guitarra. Su protagonismo se extendió durante unos segundos al
comienzo de la canción pero desde entonces no se había asomado a la parte
frontal del escenario. Ahora vuelve con ganas de hacerse notar. Sus cuerdas nos
traen una nueva melodía. Una melodía con una cadencia exacta, repetitiva. Las
mismas notas una y otra vez hasta que ya no pueden salir de nuestra cabeza. El
tema comienza a hacerse inolvidable.
Desde el
regreso de las seis cuerdas la voz principal navega entre sus notas para
hacernos llegar el estribillo cuando y como quiere. Circulan por caminos
paralelos. En el 2'48'' llega el Punto de No Retorno con la explosión y
reivindicación absoluta de la guitarra principal. Ha llegado su momento. Carlos
Santana toma los mandos armado únicamente con su instrumento. La percusión decide
cambiar su ritmo y aportar algo más que una base rítmica. Las cuerdas vibran a
una velocidad de vértigo y hasta la voz de Hooker permanece en silencio para
que disfrutemos del poderío atronador que fluye por el mástil de la guitarra.
El solo
concluye en el 3'42'' con otro pequeño, pero eterno, silencio. Esta vez la voz
principal ya sabe que el tema no ha concluido y con una sonora carcajada abre
la veda para que todos los protagonistas del tema desarrollen del modo que
estimen oportuno sus sonidos. De este modo el órgano se anima a aportar algo
más que unas pocas notas, la voz continúa con su viaje de ida y vuelta hacia el
estribillo y la guitarra mucho más calmada desgrana sobre el aire sus últimas
notas mientras el tema se va apagando. El tema se apaga pero ya ha logrado su
cometido: encender la llama en nuestro interior. El título del tema se ha hecho
realidad. Las cosas han cambiado.
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