martes, 21 de junio de 2011

88 teclas y dos genios

Glenn Gould - Bach, Las variaciones de Goldberg

Tres minutos de tú tiempo. Sólo necesito tres minutos de tú vida para poder cambiártela para siempre. Préstame esos tres minutos y la música clásica te atrapará para no volver a soltarte. Este Disco Redondo será imprescindible.

Una tímida nota repetida dos veces es la encargada de abrir este disco y descubrirnos la genial interpretación que lleva a cabo Glenn Gould sobre una composición creada por Johann Sebastian Bach a mediados del siglo XVIII. La obra esta compuesta por un tema sobre el que se producen treinta variaciones armónicas, y contrapuntísticas, y un mismo tema final que cierra la composición. Las Variaciones Goldberg no están hechas de variaciones sobre un tema musical, en realidad se construyen sobre estructuras musicales recurrentes. La obra fue encargada a Bach por un conde con problemas de insomnio para que su clavicordista personal (Johann Goldberg) la entonara para el y de ese modo aliviar sus problemas para caer en los brazos de Morfeo. Es lo más normal del mundo, si no puedes conciliar el sueño le encargas una obra al genio musical del momento para que, ya que no puedes descansar, al menos tu alma se encuentre bien alimentada. ¿A quién no le ha ocurrido? ¿Si yo tuviera un clavicordista personal me iba a dedicar a escribir estas menudencias?



V
olvamos a la realidad sonora que nos ocupa. Glenn Gould únicamente grabó esta pieza en dos ocasiones distanciadas por casi treinta años. La primera de ellas es vertiginosa y notablemente más corta en lo que a duración se refiere. El Disco Redondo de hoy esta referido a la segunda grabación. Es una interpretación mucho más pausada, más delicada y con más sentimiento. Los sonidos del piano de Gould son capaces de embriagar nuestros sentidos desde la primera escucha. Los primeros tres minutos del disco son tranquilos, reflexivos, no hay prisa por destapar todas las esencias de una melodía en ciernes. Hay que disfrutarlos y paladearlos como si del mejor vino se tratase, nos han sacado una botella digna de la corte vienesa del XVIII. Debemos saborear cada gota de este néctar único.  Si la música clásica no te atrae especialmente pero te has dejado llevar por esos tres minutos, si me has hecho el gran favor de prestarme esos ciento ochenta segundos ya estás perdido. Lo siguiente que sucede es la aparición de la primera de las variaciones. Ya estamos atrapados, ese golpe sonoro nos ha secuestrado. A partir de ese instante no hay marcha atrás, sufriremos ese Punto de No Retorno para el resto de nuestros días. No hay escapatoria porque Bach ha conseguido alienar las manos de Gould y a partir de ese instante la música es un torrente de notas entremezcladas unas con otras. Las notas se suceden de un modo vertiginoso pero exacto, los sonidos son precisos pero creativos, las manos del intérprete rápidas pero seguras. Es una música demoledora, no sale de nuestra cabeza, no deja de sonar, las notas siguen fluyendo como una cascada de creación ingobernable. Somos testigos de algo único y en cada nueva escucha tenemos la sensación de descubrir estas melodías por primera vez. Es imposible describir la pasión que transmite Gould al susurrarle al piano lo que el ya ha disfrutado en su cabeza una décima de segundo antes. Se le escucha mascullar las notas de vez en cuando, como si le estuviera dictando el camino a sus manos para que nos hagan llegar la música como él la siente en su interior. El intérprete necesita un intérprete, un traductor, para poder convertir toda su magia en algo tangible. El piano es ese traductor y el conjunto de teclas negras y blancas el abecedario con el que consigue redactar su poesía.




La grandeza de la música reside en que consigue emocionarnos sin haber oído hablar nunca de este tal Glenn Gould, ni de la obra de un supuesto genio llamado Johann Sebastian Bach y mucho menos de una composición creada por encargo hace casi tres siglos. No hace falta saber nada de eso para disfrutar de unos sonidos abrumadores. Saber es investigar y del mismo modo investigar es saber, por eso gracias al descubrimiento de piezas como las Variaciones de Goldberg se nos puede iluminar la bombilla de la curiosidad. Es ahí donde comienza el camino del descubrimiento. Descubrir que Glenn Gould sufría el síndrome de Asperger, investigar la historia de la silla con la que siempre tocaba y le hacía adoptar esa postura tan encorvada y poco académica, averiguar que fue el primer pianista en tocar en la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial o saber que algunas de sus interpretaciones han sido enviadas al espacio como presentación de lo que el ser humano es capaz de hacer son sólo algunas de las cosas que gracias a unas notas que nos han cautivado podemos llegar a conocer.

Todo empezó con una tímida nota repetida dos veces, a partir de ese instante el piano ya no ha dejado de sonar en nuestra cabeza. Las Variaciones de Goldberg nos han cambiado para siempre, nos han variado para siempre.
           


Para seguir aprendiendo: Wikipedia, Conversaciones con Glenn Gould, Thirty-two short films about Glenn Gould, dirigida por François Girard, en España se tradujo como Sinfonía en soledad. Glenn Gould y el retorno en las Variaciones Goldberg de Anthony Wall

3 comentarios:

  1. Hola gafuli, sí, te he prestado 180 segundos (y más) en leer (interesante!) y escuchar (relajante!) y me ha sentado muy bien. No, si al final voy a tener que retirarte el apodo de "iceman"... Un beso,
    eva luna

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  2. Ya la había escuchado, también por recomendación tuya, pero siempre es un placer volver a escucharla. De lo que me he dado cuenta en esta audición que no había apreciado en la primera es en como va tarareando en algunos pasajes él mismo la melodía. Impresiona oír como alguien que es incapaz de sentir apego o conexión con otro ser humano, por su enfermedad, es capaz de transmitir tanto con sus dedos sobre un piano. Sigue regalándonos estas cosas winoki.

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  3. Impresionante y desde hoy... Imprescindible
    Gracias

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