jueves, 23 de diciembre de 2010

Una idea con dos lecturas

Derek and The Dominoes - Layla


Nada, absolutamente nada, puede llegar a hacernos sospechar que la abrumadora y caudalosa cascada musical que desprenden las arrolladoras guitarras y la potencia vocal de un cantante que grita casi desesperado pudiera convertirse en un manso y tranquilo lago sonoro. Después de la tormenta siempre llega la calma pero en este caso la tormenta es tan excelsa que la calma debe tener mucha calidad para poder estar a su altura.


Todo comienza con un riff de guitarra atronador, brillante y pegadizo desde el primer momento. En el segundo 10 se suman a su propuesta musical más guitarras con diferentes punteos para convertirse en una orquesta de cuerdas eléctricas. Con la llegada de la voz principal, cuando casi hemos llegado al medio minuto de canción, la algarabía se reduce bastante y gana algo de protagonismo la batería. Sus redobles al finalizar cada estrofa vocal se dejan notar. En el segundo 41 se produce la primera explosión del estribillo. La voz principal grita el nombre de la protagonista, las guitarras vuelven al riff original con todo su esplendor y los coros ayudan a suplicar por la mujer amada.




Hemos recorrido el primer minuto completo de canción y el siguiente va a tener una estructura completamente matemática. En el segundo 58 vuelve la estructura de estrofas para desembocar en otro potente estribillo y en el 1'30'' se repite exactamente la misma composición. El segundo minuto debería comenzar con la misma idea pero en lugar de eso el estribillo se repite y termina apagándose para que las guitarras acaparen todo el protagonismo jaleadas por alguna voz de apoyo. Las variaciones son intensas y en el 3'07'' la cascada sonora cambia el ritmo. Asistimos a un Punto de No Retorno extraño porque todo lo que hasta ahora nos era familiar en este tema cambia de arriba abajo. Hemos llegado al lugar donde las aguas circulan mucho más tranquilas. El río de guitarras abandona los rápidos surcados y llega el momento de deleitarse con la travesía. Es la hora de dejarse llevar, de disfrutar del paisaje, de apreciar el camino recorrido desde un lugar más confortable. Nos esperan tres minutos de piano y guitarras relajadas. Si intentamos recordar como comenzó el tema nos será difícil asegurar que se trata de la misma canción. Los punteos vertiginosos, los gritos y los coros se han transformado en un piano majestuoso que nos guía sin dilación junto a los suaves y dulces sonidos de una guitarra mucho más sosegada, más serena. Esa unión musical consigue hacernos olvidar la agradable tormenta en la que nos vimos envueltos y cuya calma posterior estamos paladeando gustosamente. Nos empapamos con las cuerdas de las guitarras y sus vibrantes sonidos y ahora nos estamos secando con el calor que desprenden otras cuerdas, las de un piano absorbente que consigue hacerse dueño de una melodía tan sencilla como perfecta. 

1 comentario:

  1. Impresionante... la segunda parte es embaucadora
    ¡Gracias por presentarme este temazo!

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