jueves, 28 de octubre de 2010

Solemnidad sonora

Van Morrison - The Healing Game

The healing game es una obra de arte de principio a fin. Se trata de una de esas canciones en las que es facilísimo quedar atrapado por una innumerable cantidad de buenas ideas y una ejecución musical aún mejor. Poco a poco se van sumando elementos para lograr un evolución increíble.


El tema comienza con un solitario pero solemne órgano Ham
mond que inunda toda la estancia. Su sonido es el encargado de avisar al afortunado oyente de que está a punto de asistir a algo único, casi místico. Quince segundos después aparece en escena el maestro de la ceremonia quién, más hablando que cantando, y como si de un sermón épico se tratara comienza a relatarnos los primeros versos. Su voz hace que el organo palidezca y ocupe su lugar de acompañamiento. Hemos llegado al segundo 46 y acaba de incorporarse a esta reunión, con paso lento, una batería que ayuda a marcar un poco los pasos del camino. Su función parece más cercana a la de un metrónomo que nos ayuda a seguir el ritmo. Su utilidad como instrumento de percusión aún no es necesaria. En el 1'17'' la canción llega a su Punto de No Retorno con la aparición de una segunda voz, más instrumentos y las teclas de un piano golpeadas como por gotas de lluvia. La canción nos ha capturado y no ha sido necesario ningún malabarismo musical. Su despliegue instrumental aún no es muy numeroso pero ya no podemos escapar.

























Una vez que nuestros sentidos han sido capturados comenzamos a disfrutar sin reservas. En el 1'45'' la batería se pone en marcha tras casi dos minutos de canción para dar la bienvenida a un saxofón capaz de desprender notas hipnóticas. Su sonido es único y tras él escuchamos como las gotas de lluvia siguen cayendo en el orden correcto sobre las teclas del piano. Este brillante saxofón nos deja en el lugar exacto, 2'34'', para ver como el coro se pone en pie y pide ser admitido en este relato musical. En el 2'48'' El coro es admitido y se une a la voz principal para ser respaldados por la segunda voz primigenia. Junto a todo el grupo avanzan los segundos hasta que llegamos al 3'34'' donde nuestros acompañantes se ponen en pie para comenzar a solicitar su momento de protagonismo. Cada instrumento es capaz de desplegar su propia esencia. Desde el 4'03'' la parroquia musical al completo comienza a desarrollar toda su fuerza y llega un momento en el que las voces se convierten en la parte musical y los instrumentos parecen tomar la iniciativa de la letra con diferentes variaciones perfectamente ajustadas entre ellos. Minuto y medio de éxtasis orquestal que concluye cuando la batería decide cerrar la puerta de la interpretación con un portazo de tambores. La canción ha concluido y es tiempo para la meditación.

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