viernes, 1 de octubre de 2010

Establecidos en el placentero caos

Extremoduro - La ley innata

Desde la primera escucha de este disco sus canciones tienen algo, no engancha desde el primer instante pero deja un sabor especial que hace que volvamos a él para intentar paladear de nuevo sus notas y encontrar que se esconde bajo sus sonidos. Tras un par más de escuchas quizás seguimos sin descubrir de manera nítida donde se esconde la magia de las composiciones pero para entonces, y sin habernos dado cuenta, estaremos completamente imbuidos por toda la obra.



Este disco consigue sonar mejor cada vez que lo escuchamos y la poesía que se desliza entre sus melodías es capaz de tatuarnos diferentes estrofas sobre nuestro cuerpo gracias a la fuerza de sus palabras. Lo primero que llama la atención es el formato del disco. No se trata de canciones sueltas unidas por una idea común sino que es una gran idea desarrollada durante más de cuarenta y cinco minutos que se divide en varios movimientos como si de una obra clásica se tratara. La intensidad es enorme en todo momento e incluso los momentos más tranquilos son potentes en sus sonidos y sus letras. Estas no destacan por su gran poesía pero logran llamar nuestra atención con fragmentos tan acertados y penetrantes como este "se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas" "A tu lado he perdido la ambición", "Busco un mundo mejor y escarbo en un cajón por si aparece entre mis cosas" o "Necesito saber de donde sale el sol y de que se esconde".

 
La obra comienza con una Dulce introducción al caos seguida de cuatro movimientos basados en esa apertura y finaliza con una coda flamenca. La idea desarrollada se reescribe una y otra vez con diferentes tempos y acompañada por diferentes modos de lectura. Los sonidos amables y suaves de las guitarras son los encargados de presentarnos las primeras melodías pero poco a poco conforme vamos descubriendo los siguientes movimientos, y con una cadencia perfecta, van surgiendo muchos más instrumentos. Los violines poco a poco toman protagonismo y los sonidos de viento también hacen acto de presencia para desarrollarse dentro de una obra que destaca por andar y desandar un camino de ida y vuelta. La intensidad sigue creciendo con las diferentes evoluciones de los movimientos y explota con toda su crudeza en el tercer movimiento no sin antes regalarnos la presencia de unas trompetas con fuerte acento mexicano en el último tramo del segundo peldaño de la composición. El tercer acto es el más violento de todos, es aquí donde las guitarras toman el control absoluto sobre la situación. En esta parte de la obra no hay sitio para piruetas orquestales y la música se convierte en una tormenta cuyos truenos y relámpagos son generados por las guitarras, la batería, el bajo y una única voz que se suma como un instrumento más para gritar todo lo que lleva en su interior. Tras el rock tormentoso llega la calma del cuarto movimiento que nos ayuda a disfrutar de un ritmo más lento y nos invita a reflexionar sobre el camino recorrido. La tormenta ha dejado sedimentos guitarreros pero se ha llevado por delante toda la percusión que necesitará unos minutos para volver a incorporarse a la senda que marca el tema principal. El disco se cierra con una curiosa coda flamenca que aunque ajena a todo lo anterior guarda en su interior algunos de los sabores de lo escuchado previamente, el eco permanece. Caos exquisito.

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