martes, 1 de mayo de 2012

Caminar a hombros de un gigante


Passengers y Luciano Pavarotti - Miss Sarajevo


Los instrumentos que participan en esta canción ya están tocando cuando nosotros, oyentes, irrumpimos en la sala. La sensación que vivimos en los primeros segundos es la de estar llegando, andando, al concierto. Nos vamos acercando al centro del escenario y poco a poco percibimos como todos los rumores sonoros logran ceñirse en el nivel de audio correcto. Los sonidos alcanzan su plenitud cuando nos aposentamos en el centro de la acción. Desde el segundo treinta comenzamos a disfrutar el tema con toda su intensidad. Ahora que todo está en su sitio la voz narradora puede comenzar a expresarse, segundo 38. Bono comienza a cantar rodeado de todos los instrumentos convocados. Únicamente se incorporará un solo invitado más y se hará notar cuando la canción haya sobrepasado su ecuador.



El ritmo sosegado se mantiene durante todo el recorrido que realiza la construcción musical. Paso a paso la canción avanza sin sobresaltos, no los necesitamos para ir desgranando el texto propuesto. En el 1'16'' se incorpora el coro y mantiene la estructura establecida. Esa unión es lo más parecido a un estribillo que vamos a encontrar y se ve salpicada por el agudo falsete que nos regala Bono en el 1'20''. Tras esta mínima agitación el tema continúa con su imperturbable caminar. En el 1'36'' el coro comienza a apoyar la narración principal. Esas segundas voces se convierten en el eco que las palabras de Bono necesitaban para resaltar su presencia. Pasan los segundos y el disimulado estribillo que vivimos en el 1'20'' se repite casi de idéntica forma y fondo en el 2'14''. No es exactamente igual porque un nuevo instrumento ha llegado para hacer que la intensidad de toda la canción comience a despegar. Los violines han llegado para quedarse. Su sonido va de menos a más hasta que en el 2'32'' dejan paso a un Punto de No Retorno vocal impresionante. La voz de Luciano Pavarotti inunda hasta el último rincón de nuestro sistema auditivo y la composición en ese instante queda grabada en nuestra memoria. Toda su intervención es magnética y no podemos evitar quedarnos enganchados a su derroche vocal. Los violines son el aliado perfecto para que su voz se enmarque en el mejor entorno posible. Su increíble voz se extiende durante 82 segundos pero conquista por completo todo el tema. Es un Punto de No Retorno largo pero el tiempo parece evaporarse mientras se produce. Pavarotti se convierte en un Gulliver musical y cualquier cosa que se mida con él se antoja diminuta. La comparación es demoledora. Su voz se encuentra fuera de su escenario habitual pero aún así logra redefinir todo lo que hasta ese momento habíamos oído. 

En el 3'56'' retornan los actores que ya conocíamos pero tras lo que hemos escuchado su vuelta es algo circunstancial. No pueden competir y enseguida donan su espacio para que lo ocupen los violines. Tras la marcha de la voz que logró la exquisitez sonora únicamente ellos se atreven a aportar algo nuevo con su peculiar deambular musical. Su vaivén de cuerdas logra mecernos en el ritmo perfecto para paladear todo el camino recorrido. La canción ya no puede aportarnos nada más y por eso decidimos salir de la sala. Comenzamos a alejarnos mientras nuestra memoria todavía está catalogando la voz de ese tenor que logró desarmar nuestros conceptos musicales. Su inesperada aparición todavía retumba en nuestro interior. Grande, gigante, en todos los sentidos. 

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